Pastel y papitas

¿Por qué cuando comes pastel te detienes en la segunda tanda, pero cuando abres una bolsa de papitas es casi imposible detenerse? 

Porque con el pastel el cuerpo sabe que ha tenido suficiente, pero con las papas no dispara la misma alarma. ¿Por qué? 

¡Porque fueron diseñadas especialmente para eso! 

Este es uno de los impactantes resultados a los que llegó Michael Moss al cabo de 4 años de investigar a la industria de comida procesada. El New York Times publicó un extracto de su libro Sugar Fat: How the Food Giants Hooked Us (Grasa azucarada: Como nos engancharon los Gigantes de los Alimentos) en que el autor explica cómo es que todas las botanas tienen en común “el punto de la felicidad” que es un de sabor que nos mantiene comiendo sin dejarnos satisfechos (¿Le suena familiar?: “¡A que no puedes comer solo una”!). 

Moss cita a Howard Moskowitz, investigador pionero del “punto de la felicidad” que explica lo trabajoso que resulta dar con “ese redituable sabor adictivo”. 

Moskowitz trabaja en una nueva fórmula para Dr. Pepper y el proceso fue así: 

Encontrar el punto de la felicidad requirió preparar 61 fórmulas sutilmente distintas -31 para la versión normal y 30 para la dietética. Luego fueron sometidas a 3,904 degustaciones en Los Ángeles, Dallas, Chicago y Filadelfia. Los catadores descansaron 5 minutos entre cada trago para restaurar sus papilas gustativas. Al cabo de cada muestra, dieron calificaciones numéricas y respondieron preguntas como: 

¿Qué tanto te gustó? ¿Qué tan fuerte es el sabor? ¿Qué opinas del sabor? ¿Cómo describes la cualidad del producto? ¿Qué tanto querrías comprarlo? 

La información obtenida -un reporte de 135 páginas- es muy detallada y muestra los sentimientos de distintos grupos ante un fuerte sabor a vainilla contra uno más tenue, contando aspectos como el olor y la fuerza sensorial que los expertos definen como “sensación de boca” que es la manera en que un producto interactúa con nuestra boca (con sensaciones de sequedad, gomosidad, humedad, etc.), términos familiares para los sommeliers. Pero la sensación bucal de refrescos y alimentos –sobre todo los altos en grasa- ocupa el 2º. lugar después del punto de la felicidad para predecir cuánto antojo generará un producto en el consumidor. 

Estas revelaciones podrían no ser sorprendentes, porque suena muy lógico que las grandes corporaciones chatarreras contraten a los mejores científicos e ingenieros del sabor. 

Sin embargo ¿Podrían usar sus habilidades para ayudar al problema de obesidad mundial? La respuesta es: “Si chucha…¿y tus calzonzotes?” 

Porque desde la lógica de “la utilidad ante todo”, a ningún productor de chatarra le interesa que sus consumidores coman o beban menos, así resulte en sacrificar la salud y el futuro de generaciones y naciones enteras, porque al final, también podrán invertir en la mal llamada “industria de salud” que no es otra cosa que la de “la administración de la enfermedad”. Y colorín colorado, la casa siempre ha ganado. 

Alimentos para desintoxicar el hígado 

Tu cuerpo elimina las toxinas a través del hígado que limpia el cuerpo de forma continua, filtrando de la sangre los venenos que entran por el tubo digestivo, la piel y el sistema respiratorio. Pero cuando el hígado tiene un exceso de trabajo -por estrés o exposición excesiva a las toxinas-, todo el sistema puede perder el equilibrio, y tu salud verse seriamente comprometida. Sin un hígado funcional, tu cuerpo será incapaz de limpiarse y de absorber nutrientes, lo que es una forma segura para perder la salud. 

El hígado también produce la bilis, mediante la cual también elimina toxinas hacia el intestino y que es necesaria para descomponer y asimilar las grasas y las proteínas de los alimentos. La vesícula biliar es “el intestino” del hígado. 

Los miles de enzimas responsables de todas las actividades del cuerpo se construyen en el hígado. El buen funcionamiento de los ojos, el corazón, el cerebro, las gónadas, las articulaciones y los riñones, todos, depende de una buena actividad del hígado. Si el hígado se deteriora, hay un deterioro general y mayor estrés metabólico en la persona. 

Aquí tienes 7 alimentos que puedes incorporar a tu dieta para un hígado sano. 

El ajo contiene compuestos con azufre que activan las enzimas responsables de eliminar las toxinas del cuerpo. Al igual que la cebolla, contiene alicina y selenio, dos poderosos nutrientes que protegen al hígado y ayudan en la desintoxicación. 

La toronja es rica en vitamina C y antioxidantes, indispensables para la limpieza del hígado. Al igual que el ajo, contiene compuestos que estimulan la producción de enzimas para desintoxicar el hígado. 

También contiene flavonoides como la naringenina que estimula al hígado a quemar las grasas en lugar de almacenarlas. 

El té verde contiene catequinas, antioxidantes que han demostrado eliminar la acumulación de grasa hepática y promover su función adecuada. También protege contra las toxinas que tienden a acumularse y causar graves daños. 

Los vegetales verdes como arúgula, diente de león, espinaca, quelite, acelga, berza, y la chaya, también contienen compuestos de limpieza que neutralizan metales pesados. Las verduras también eliminan pesticidas y herbicidas que estimulan la creación y flujo de la bilis. 

Los aguacates promueven la salud del hígado al proteger contra una sobrecarga tóxica, y aumentando su poder de limpieza. Algunas investigaciones han demostrado que comer uno o dos aguacates a la semana en tan sólo 30 días puede reparar un hígado dañado. 

Las nueces, contienen altos niveles de aminoácido L-arginina, de glutatión y ácidos grasos omega- 3, que ayudan a todos a desintoxicar el hígado de las enfermedades causadas por el amoníaco metabólico. También oxigenan la sangre. 

La cúrcuma, uno de los alimentos más eficaces para un hígado sano, ha demostrado que lo protege activamente contra el daño tóxico, incluso regenera sus células dañadas. La cúrcuma también aumenta la producción de bilis y mejora la función de la vesícula biliar, utilizado en su purificación. 

Además de su uso directo es un ingrediente importante en el Curry. 

¡Si existe la “menopausia” masculina!

Apenas si se menciona que también el hombre atraviesa una etapa “difícil” cuando se reducen la fertilidad y la actividad sexual, y que se llama: Andropausia. (¡Ah! ¿Será por eso?).

La medicina describe esta crisis masculina relacionándola con circunstancias externas, más nunca con sus cambios hormonales (Por supuesto: ¡la mayoría son varones!). El varón -al igual que la mujer- es víctima de los estereotipos de una sociedad cosificante, donde se le reduce al papel de proveedor principal. Y cuando llega el balance de la edad incierta, se puede caer en depresión, sensación de vacío, y desesperación (¡Ya párenle, que me hacen llorar!). El varón exagera entonces su respuesta ante “no haber disfrutado de la vida” y se busca mujeres más jóvenes, (pero hay cosas que no reverdecen), o actúa como adolescente intentando recuperar “lo perdido”.

Pero lo que más preocupa al varón es el cambio funcional. Como no tiene menstruación, y por tanto evidencias visibles del cambio, “lo intuye perspicazmente”. Y es que se echa de ver la merma en “brío y rudeza” (suspiros…). Las glándulas sexuales masculinas disminuyen su actividad con la edad, produciéndose “insuficiencia testicular” -descrita como “caída”, ¡Chín!- y percibida como “debilidad”.

Esto es parte del envejecimiento iniciado desde la tercera década cuando disminuyen hormonas como la DHEA, y los varones tienen relaciones sexuales menos frecuentes porque disminuye el apetito sexual.

Disminuyen las erecciones matutinas. Requiere más tiempo lograr una erección, y retardar la eyaculación. Todo esto genera un ritmo sexual más sosegado. ¡Pero escuche bien!: para un varón que disfruta su madurez sexual, es una ventaja para profundizar y prolongar más la intimidad.

La mayoría de varones temen más perder potencia sexual que bajar el nivel hormonal (¡Porque eso ni quien se lo reclame!). La impotencia es el mayor problema del varón durante el cambio porque afecta el núcleo de su masculinidad. Y es un aspecto tan sensible, que la falla más mínima puede provocar que ese “fracaso humillante” se repita creando un círculo vicioso de consecuencias psíquicas. Y algo tan individual repercute en la pareja, porque muchas mujeres se sienten culpables cuando ellos no funcionan; se sienten insuficientemente atractivas como para provocar una reacción “normal”.

Desgraciadamente el sistema machista lo refuerza transfiriendo a la mujer la “responsabilidad”. Y para empeorar, el varón poco comparte esto con otros hombres evitando lo que considera “un fracaso personal”. Rehúye el problema o lo compensa con la ayuda de mujeres frívolas, prostitutas, o perversiones sexuales, camuflajeando su “deficiencia”.

En la mujer la menopausia pesa físicamente; para el varón psicológicamente; se siente obligado a lograr lo que nadie en la historia: ¡Ser potente, siempre! Así se educan los hombres y nadie les ha dicho que ya pueden librarse de este atavismo.

¡Qué paradoja! La mujer pierde fertilidad, pero mantiene su deseo sexual. El hombre mantiene la fertilidad, pero disminuye el deseo sexual.

Por la presión a que se somete, el varón manifiesta síntomas similares a la menopausia: sofocos, sudoración, insomnio, depresión, y fatiga. Pero debe reconocer que se aproxima una “segunda primavera”, y aceptar otra forma de fertilidad mediante la creatividad basada en experiencia y sabiduría, proyectada no solo hacia la pareja o la familia, sino hacia la sociedad y el mundo.

Encuentre recomendaciones prácticas para prevenir y remediar tan penosa -pero evitable- condición en el artículo El hombre frente a la andropausia